Las islas Canarias son un territorio singular en múltiples facetas, tanto naturales como antrópicas, condicionadas por numerosos factores, de entre los que destaca principalmente la insularidad, que en el aspecto de abastecimiento energético, hasta ahora basado mayoritariamente en los combustibles fósiles, nos ha expuesto a la dependencia del exterior para satisfacer las demandas de la población y las actividades económicas.
En este contexto, el sistema eléctrico de las islas está fragmentado, constituido en realidad por seis sistemas aislados, uno para cada isla, salvo Lanzarote y Fuerteventura que se hallan unidas por cable submarino, y habiéndose proyectado hacer lo propio en un futuro próximo entre La Gomera y Tenerife. Cada uno de estos sistemas eléctricos cuenta con sus instalaciones de generación, líneas de transporte y centros de distribución propios.
Esta separación territorial genera notables vulnerabilidades y mayores costes a la gestión de la energía eléctrica, lo que invita a apostar por un modelo de energía 100% renovable y generada por las propias islas. En Tenerife ello es no solo lógico, sino que se trata de un deber, ya que el futuro de la isla no debe depender exclusivamente de la disponibilidad de los combustibles fósiles, reduciendo los riesgos y los elevados costes de un territorio donde realmente el sol, el viento, la geotermia o el mar generan energía gratuita y local, que puede ser autoconsumida, transportada y compartida. La transición hacia una economía verde y limpia pasa por la penetración de estas energías, con un modelo de movilidad electrificada y sostenible, en la que la dependencia externa desaparezca.